3 de abril de 2011

-Una vez me pediste que te lo regalara...-susurró contra mi oído.
- ¿El qué? -intenté que concretase mientras el olor de la sal se mezclaba con la menta.
-El infinito. - murmuró y su aliento chocó contra mi oreja en una sensación muy satisfactoria. Alzó su dedo índice, señalando el horizonte del mar y un destello de sol chocó contra su dedo anular haciendo que brillase nuestro anillo, una expresión material de lo que sentíamos. -Todo tuyo. -noté como sonreía.
-Todo nuestro...-compartí, poniéndome frente a él.

Podía haberle dicho muchas cosas en ese momento, cosas preciosas; pero las guardé en una sonrisa, como todo aquello, como nuestro amor: Infinito

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