Estaba nerviosa sólo sintiendo que una débil venda blanca envolvía mis ojos y me impedía ver lo que me tenías preparado. Agarraba tu mano con fuerza anhelando que llegase el momento en el que tus dedos rozasen mis sonrojadas mejillas y me dejaran libertad para ver tu exhibición. Notaba bajo mis pies un camino de madera que crujía y el viento chocaba contra mí despeinándome pero todo aquello en una agradable compañía. Seguía ciega pero ya me estabas encantando.
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